Se abre el telón. La autopista a Los Ángeles está colapsada como de costumbre cada mañana. Calor, impaciencia y hastío. Suena “Another Day Of Sun” y todos comienzan a bailar sin saber por qué. ¿Cómo se llama la película? En España es La Ciudad de las Estrellas (tampoco sé por qué), demos el privilegio al tercer filme de Damien Chazelle de conocerla como su nombre indica originalmente. Porque solo un éxito cinematográfico como este se lo merece.
Sobre todo cuando su etapa de mayor lucimiento profesional lo enfoca en clave de musical, un estilo prácticamente acabado para la industria tras la llegada de los blockbusters de superhéroes sacacuartos cuyos efectos especiales rozan la barrera del surrealismo final en sus cintas. El género cantado y bailado típico de la Edad de Oro de Hollywood tampoco es el remedio para llevar a la gran pantalla ideas originales, más se han dejado llevar para adaptar clásicos que ya se han afianzado con un seguro a todo riesgo en otras plataformas, como la adaptación de Los Miserables de Tom Hooper en 2012.
Este año nos encontramos con una valiente oda a Hollywood. Una ficción preciosista de la realidad de la industria aderezada por los clásicos más honorables de la historia de nuestro cine, aunque Chazelle ha tomado como referencias más directas títulos de las vanguardias europeas y la nouvelle vague francesa del director Jacques Demy (“Los Paraguas de Cherburgo” y “Las Señoritas de Rochefort”) para esbozar las aspiraciones de Mia (Emma Stone), nuestra protagonista. Una apasionada de las artes escénicas y conocedora “en proceso” del cine clásico estadounidense que quiere triunfar como actriz. Parece inevitable querer relacionar a la protagonista con otra alma perdida, en este caso Sebastian (Ryan Gosling), un músico de jazz que quiere fundar su propio club de jazz. Un sueño bastante más complicado de cumplir, a decir verdad.
Y después de curiosas coincidencias en variopintas fiestas sociales, se conocerán: un flechazo en toda regla que envuelve a los protagonistas en una idílica relación con intenciones apasionadas de cumplir sus respectivas aspiraciones. Todo ello bajo la batuta de Justin Hurwitz, músico primerizo que ha formado parte del equipo de Chazelle desde los inicios de su carrera cinematográfica (con Whiplash llegó su momento de gloria tras ser nominado al Grammy por su aportación). Fuera Caravan, ahora es él quien va a crear la euforia atmosférica de la cinta, momentos cumbre que dotará de sentido las escenas más emblemáticas de La La Land. Primer elemento a destacar: su jovial banda sonora, cargada de color y reminiscencias al musical de los años 50. Pero si por algo destaca el filme es por el imaginario visual y la fotografía de Linus Sandgren, que ha sabido ejecutar con elegancia todas las secuencias, desde el amanecer más famoso de este musical hasta los números de baile más oníricos, como el del planetario, donde Mia y Sebastian danzan a la altura del cosmos.
Aunque la obra no tendría sentido sin la química en escena de los dos protagonistas. Stone y Gosling se ha convertido en una pareja arquetípica; esta es su tercera película juntos y se nota. Como el buen vino, el tiempo realza sus cualidades y despliega todo su potencial una vez las cámaras empiezan a grabar, actuando acorde al guión y complaciendo al público con magia. Magia añadida con los recursos visuales y musicales anteriores. Además, su historia discurre orgánica e irresistiblemente: un músico fracasado y cegado por los grandes maestros del jazz y una actriz en ciernes que todavía no ha conseguido su momento y se tiene que conformar sirviendo cafés a famosos. Lo que pueda ocurrir a continuación, sea bueno o no tanto, será del gusto de todos gracias a la presencia tan sincera y pura de un amor enfrentado por lo profesional y lo estrictamente personal.
La La Land es melancolía en colores primarios. Un caballo ganador bajo todo pronóstico. Una obra confeccionada con sumo cuidado por Chazelle que solo podía ofrecernos ante tanto pesimismo una oportunidad para soñar, para ser felices por muy efímero que parezca. “Una película para soñadores”, decía Stone en su discurso tras ganar el Globo de Oro a actriz en comedia. Y seguro, una película de superación personal en busca de un mundo con ilusión lejos de la alienación de los grandes focos de poder. Un clásico en el tiempo, solo hay que esperar.